por: Luis Eduardo Martínez Hidalgo  http://luisemartinezh.wordpress.com

Desde hace varios años, hipertenso que soy, debo tomar diariamente medicamento. Encontrándome en Maturín, salí muy temprano en busca de una farmacia y luego de bordear la vergonzosa cola del HiperPDVAL de la Alirio Ugarte Pelayo y del FarmaPatria ubicado en el costado del antiguo Casino Militar –donde el entonces Mayor Hugo Chávez animó muchos eventos- entro a una de las que ofrecen servicio 24 horas y solicitó Coozar de 100 mg. “No hay” es la desmadejada respuesta de la vendedora, a la que entonces le pido el de 50 mg. “Tampoco hay” me señala; ¿y no tendrás Hyzaar?, insisto. En tono ya de fastidio me dice: “Se la voy a poner fácil: No hay ningún medicamento para la tensión”. Bajando la voz –rezago del machismo oriental- le pido Jaz, anticonceptivo que me encargó mi esposa, a lo cual respondió, también, “No hay”.

En la caja de al lado, una señora empieza a discutir con la trabajadora de la farmacia cuando esta le dice que solo puede comprar un desodorante mientras que le aclara al que viene después que es un solo champú por persona, porque “No hay para llevar más”.

Salgo y veo, en un costado, una fila que se hizo en minutos. Curioseó y me dice el último en incorporarse que está llegando mercancía y pronto empezarán a vender. Le interrogó sobre que venderán, contestándome sonreído “No sé, pero de lo que haiga compro”.

Visito a mi hija y me comenta angustiada que no consigue leche para Mia Isabella porque “No hay”. Me llama mi hermana y me pide que la ayude buscando pañales para su nieto ya que en Maracay “No hay”. Me detengo a hablar con un vecino que tiene a medio andar una ampliación del porche de su casa y me explica que tuvo que detenerla porque cemento “No hay”. Su mujer desde adentro le pide que salga a buscar harina pan, aceite y café y le advierte que ayer cuando lo intentó solo le dijeron “No hay”.

Regreso a casa en Lechería y me detengo en EPA, ahora nacionalizado, en procura de unas pocas cosas que necesitamos y me encuentro con anaqueles vacíos que lo que dan ganas es de ponerse a llorar.

Almuerzo con un amigo, hasta hace poco Vice Ministro, y me relata el drama que vivió con su hermana enferma a quien para poder operar se vieron obligados a comprar y traer de Colombia todo lo que le pidieron, en una Clínica privada. Solo le señalé: “gracias de Dios, ustedes pueden hacerlo así; pero ¿y el qué no?”.

Leo el periódico y entre las noticias de crímenes –destacando el asesinato del periodista Álvaro Cañizales-, robos, secuestros y una que otra protesta, encuentro la declaración de Carlos Rosales, presidente de la Asociación de Clínicas y Hospitales de Venezuela, quien indicó, ante la escasez de las medicinas,  que una de las áreas seriamente afectada es la de anestesiología, tanto así que las instituciones hospitalarias se han visto obligadas a suspender muchas cirugías.

Viajo a Caracas para una reunión de trabajo. Me alojo en un conocido hotel de la ciudad y cuando voy a tomar los ascensores me percato que solo uno sirve. Cuando por fin logro abordarlo, un joven que luce un reluciente carnet de PDVSA en el pecho comenta en voz alta que tiene días allí y los ascensores malos por que seguro que “No hay repuestos para repararlos”. Me topo con un compañero que quiere comprar un carro y me pide que intervenga con mi cuñada, gerente de un concesionario de vehículos; la llamo y como si se tratara de un niño pequeño me deletreó: “Cu ña do, ca rros, No hay”.

Recuerdo entonces una conversación reciente con un dirigente del PSUV al cual señalé que si yo pudiera llegar adonde él llega haría una sola sugerencia “Hablen menos y gestionen más”. Me asombré cuando me increpó acerca de que más quería que hicieran, que si no me daba cuenta de lo feliz que estaba el pueblo en revolución. Como es un viejo conocido le insistí, “mira es una recomendación para bien, si quieres que ponga un ejemplo de lo que deben mejorar allí tienes las colas por el desabastecimiento”  Lo que de seguida argumentó, todavía me asombra:

“Mire compañero –me espetó- yo no soy el indiecito que conociste cuando estudiábamos en la Universidad. Ahora soy un hombre viajado: he ido a Miami, a New York, a Orlando, y en todas partes he visto colas que las de Mercal se quedan cortas. Dígame las colas para ver el ratón Mickey en Disney, esa sí lo son”. Sólo me quedó expresar: “Igualito”.

Si yo fuera gobierno, dedicaría cada hora de mi quehacer a adelantar el mayor esfuerzo para garantizar pleno abastecimiento, cualquiera sea los rubros, a todos los venezolanos, sin colas, ni restricciones. “Que haiga” sería mi eslogan.