Luis Eduardo Martínez Hidalgo http://luiseduardomartinez.com

Días atrás presidí acto de entrega de certificados a profesionales que culminaron con éxito su diplomado en Programación Neuro Lingüística PNL de la Universidad Tecnológica del Centro (www.unitec.edu,ve) con Didáctica Master.

En el mundo académico se discute mucho acerca de la PNL y mientras unos la califican como ciencia otros cuestionan su carácter de tal. Lo cierto es que se trata de una herramienta real que permite entender y lograr réplicas de la excelencia humana. Richard Blander y Jhon Grinder, considerados padres de la PNL dedicaron sus vidas a estudiar a quienes hacían las cosas de manera excepcional, identificando el cómo y procurando que mediante el modelaje otros pudieran alcanzar similares estándares.

Siguiendo el orden tradicional en eventos de esta naturaleza, a mí discurso de cierre lo precedieron las palabras del profesional seleccionado por los diplomantes para hablar en su representación. Me gustó mucho la valoración que hizo de la familia y la pasión que marcó su intervención. Especial atención presté a su llamado a forjar un país mejor, a no marcharse, a avanzar entre los nuestros.

No hay cifras exactas de cuántos venezolanos han emigrado en los últimos años si bien la mayor coincidencia se ubica alrededor de 1 millón setecientos mil. Precisiones aparte, son demasiados los que se han ido y peor aún son más los que quieren hacerlo. En mi caso personal, diariamente recibo correos electrónicos, casi todos de jóvenes universitarios, solicitando orientación y/o apoyo para largarse y en los seminarios a los cuales he asistido, como ponente, en Caracas, Valencia y Puerto La Cruz, sobre ¿Cómo hacer negocios en el extranjero? los asistentes se cuentan por centenares y más de una vez no ha sido posible dar entrada a todos los que quieren participar.

Dejar el país de uno, con la familia, los amigos quedando atrás, a probar suerte en otras culturas con otras costumbres, no es nada fácil. Se extraña lo propio y la nostalgia, más veces la tristeza, marcan la existencia cotidiana.

Cuando me tocó mi turno en el acto, recordé una conversación que alguna vez oí de una pareja de periodistas a los cuales mucho quiero –Alirio Bolívar e Isabel Sánchez, y señaló quiero porque aún cuando Alirio ya no está entre nosotros para mí vivirá siempre-.

Isabel insistí e insistía, tratando de convencer a Alirio para que se fuesen a vivir a Estados Unidos. Cansada de argumentar terminó espetándole: “Vámonos Alirio que en este país somos ciudadanos de segunda”. Alirio –nacido en Tucupita, jugador de truco, degustador de la bola e´ plátano y el morocoto frito, opositor a ultranza- le respondió pausadamente: “Isabel aquí podemos ser ciudadanos de segunda, pero allá vamos a ser de quinta o de sexta, porque primero están los blanquitos gringos, después los afroamericanos, seguidamente los inmigrantes europeos y asiáticos, tras ellos los cubanos que llegaron adelante y en la cola nosotros. Así que de aquí no me mueve nadie”.

Ahora no se trata de conformarnos con ser ciudadanos de segunda en nuestro país de origen; de lo que se trata es ser ciudadanos de primera en una Venezuela de primera.

Ser ciudadanos de primera en una Venezuela de primera no solo es posible sino urgentemente necesario pero debemos entender que para ser lo primero es necesario lograr lo segundo y que para que ambas calificaciones se alcancen es mucho lo que hay que esforzarse.

Aunque no siempre gusta –en estos tiempos de radicalismo- soy recurrente en advertir que los males que nos aquejan no son solo culpa del gobierno o más en propiedad de los gobiernos –nacional, regional, local- y que la solución al estado de cosas que nos afecta requiere del empeño común. Si mañana se produjese un cambio y quienes nos gobiernan son otros pero a la par no se adelanta  un cambio en nuestra valoración del trabajo, del estudio, del respeto a las leyes y a nuestros semejantes, nada se logrará y lejos estaremos de la tierra que soñamos.

Una Venezuela de primera requiere ciudadanos de primera y para ser ciudadanos de primera es indispensable echar de lado al facilismo, la flojera, la “viveza” criolla, la indisciplina individual y colectiva, la deshonestidad. Sobran los ejemplos de pueblos y naciones que ayer enfrentaban condiciones económicas, políticas y sociales, largamente peores que las  nuestras y hoy son referentes de prosperidad y progreso.

Que pasemos a ser todos ciudadanos de primera en un país de primera, depende de nosotros, de nadie más.