Luis Eduardo Martínez Hidalgo http://luiseduardomartinez.com
Son muchas las urgencias que deben atender los nuevos parlamentarios; son tantas las expectativas que venezolanos y venezolanas tienen en la recién instalada Asamblea Nacional.
Es cierto que la cotidianidad abruma al común, que las colas, el desabastecimiento de alimentos, medicinas, repuestos y pare de contar, el alto costo de la vida, la inseguridad, el bolívar que nada vale, el caos en el sistema de salud, los pésimos servicios públicos, son temas de todos los días pero no los es menos que en las cárceles del país y en el extranjero se encuentran centenares de hombres y mujeres cuyos únicos delitos fueron pensar diferente y más que soñar, luchar por que Venezuela sea otra.
La pronta liberación de los presos políticos y el regreso de los desterrados es demanda nacional y una obligación ineludible del liderazgo opositor; fue bandera en la campaña electoral pasada y es deber moral procurarla, al margen de las dificultades que se enfrentarán.
Si la aprobación en primera discusión de una Ley que otorga la propiedad de la vivienda, que ahora precariamente ocupan, a miles de familias provocó desaforados ataques, más propios de desquiciados, es fácil imaginar la reacción cuando el Poder Legislativo sancione la Ley de Amnistía que colocaría en la calle y permitiría la vuelta de aquellos que sacrificaron su libertad, su tranquilidad, por los ideales que profesan.
Entendemos que el proceso es complejo, que no se tiene fácil, que el gobierno utilizará cualquier mecanismo para impedir la efectiva puesta en marcha de la amnistía, entre ellos la declaratoria de inconstitucionalidad por parte del TSJ, pero ello más bien debe motivar a, junto con el pueblo y he aquí una de las claves para que sea posible, impulsar la liberación de los presos y el retorno de los exiliados.
He hablado largamente con diputados de todos los partidos sobre la amnistía y sin excepción coinciden en lo relevante de esta. El camino se allana cada vez más –es definitivo que será Ley y no decreto- y la redacción definitiva está hecha para que nadie que lo merezca quede fuera. Se trata ahora de medir bien los tiempos y de calibrar correctamente como enfrentar el leguleyismo del TSJ a quien seguramente le corresponderá la vileza de extender la injusticia.
Es compromiso lograr que Leopoldo López se abrace con Lilian y sus hijos en su hogar, que Antonio Ledezma vuelva a transitar las calles de Caracas y Daniel Ceballos las de San Cristóbal, que los estudiantes presos –esos jóvenes que en propiedad ya son héroes- vayan de nuevo a sus aulas, que los militares encarcelados retornen a sus quehaceres y que los muchos que se vieron obligados a marcharse –Julio Rodríguez Salas, Nelson González, para mencionar solo a dos muy cercanos- despierten de nuevo en sus casas, con los suyos; que los monaguenses José Gregorio Briceño y Carlos Vechio puedan disfrutar de un domingo en Caicara –junto a Otto Gebauer, quien purgó injustamente 8 años de cárcel- o de un café en Caripe, que Numa Rojas vuelva a Caripito, y que en estrecha unidad, con los centenares de miles que comulgamos con el cambio, reconstruyamos a esta nación.
Escribo estas líneas después de haber asistido a misa en Saint Andrew Catholic Church, parroquia de Coral Spring en el sur de la Florida. Había arribado pocas horas antes a los Estados Unidos –para cumplir con mi rutina mensual como Chancellor de Millennia Atlantic University- y del aeropuerto fui directo a la iglesia para asistir al oficio que impartió un amigo de siempre, obligado a abandonar Venezuela por la implacable persecución que sufrió del régimen, el Padre Pedro Freites. El moderno templo estaba repleto de venezolanos y cubanos, con unos pocos colombianos y centroamericanos, completando la diáspora latinoamericana. En su sermón, el Padre Freites disertó brillantemente sobre el amor, la paz y la justicia. Recordó a los pueblos de Venezuela y Cuba y oró por su libertad, democracia y prosperidad. Insistió sí que para que exista paz es necesaria justicia.
Cuando el Padre Freites me despidió, en la puerta de Saint Andrew, me dijo literalmente: “Que Dios te colme de paz y mucha fortaleza, también a los que contigo luchan por Venezuela en Venezuela. Confía en el Señor, que tiene para ti y para todos designios maravillosos. Fe en la causa hermano”. Que así sea, amén.