El coronavirus mantiene en casa, según la UNESCO, a 1,300 millones de estudiantes y continuarán así por lo menos hasta agosto. En los varios planes de desescalada del confinamiento, que ya se hacen públicos, escuelas y universidades se ubican en la cola de la espera.

En Venezuela, en principio, será en septiembre cuando volvamos a clases presenciales y preciso presenciales porque a pesar del escepticismo de algunos y el cuestionamiento implacable de otros, el COVID 19 obligó a bajar las santamarías de las instalaciones educativas, pero no a la educación.

Tras la declaración del estado de alarma, la educación venezolana pasó a remota y noten que no la califico de virtual porque si bien es mucho de tal ha sido necesario por las “circunstancias país” apelar a lo que se tiene a mano para convertir a los hogares en espacios de enseñanza y aprendizaje, articulándose un complejo entramado de videoconferencias, plataformas, tareas y un sinfín de medios y dispositivos.

¿Qué ha habido mucho de improvisación? Es cierto porque nadie estaba preparado para dar el salto. ¿Qué no es perfecto? No se discute,  pero no es perfecto ni aquí ni en ninguna parte y lo afirmo con propiedad porque como Chancellor que soy de una universidad estadounidense doblemente acreditada atestiguo de lo tanto que se ha tenido que hacer e improvisar para terminar el Spring y empezar ahora el Summer a distancia entre marchas y contramarchas de los órganos reguladores de los Estados Unidos.

A los que cuestionan, casi siempre por radicalismo partidario que ni siquiera político, en lugar de reconocer el esfuerzo de docentes y familias para salvar los periodos académicos en curso y en algunas Universidades como la UNITEC, UCAB, Metropolitana, iniciar nuevos, yo pregunto: ¿Y qué hacíamos entonces ante el obligatorio confinamiento, nos cruzábamos de brazos? 

Durante años hemos insistido en que el mañana de la educación pasa por la virtualidad. No ha sido fácil ni adentro ni afuera que se acepte. Aunque no guste, nada más conservador que la educación, nadie más difícil de cambiar que un docente universitario curtido en el repetir semestre a semestre los mismos contenidos con idénticos métodos. En lo que a Venezuela se refiere semanas antes que Wuhan se convirtiese en noticia, se reinició la consideración de la normativa y exigencias para la educación universitaria virtual a iniciativa, hay que reconocerlo, del Ministro Trompiz y por favor no se pongan a chillar mis compañeros de ruta que mis convicciones siguen siendo las mismas. En el Consejo Nacional de Universidades discutimos expectantes el tema y en sesión de trabajo de rectores, vicerrectores académicos y secretarios avanzamos bastante. La pandemia hizo práctico lo que hasta ese momento eran ejercicios teóricos y/o tímidas casi clandestinas experiencias en algunas instituciones de avanzada.

Ahora no puede haber vuelta atrás. En la “nueva normalidad” cohabitarán y se potenciarán de la mano el aprendizaje presencial y virtual: queramos o no el “blended learning” será una realidad.

Hay que aprovechar al máximo las oportunidades que brinda la tecnología en la educación si bien se requerirá una agresiva formación para los docentes –bien pagados que no se olvide-  e ingentes recursos. ¿Qué dónde saldrán los últimos en un país con una crisis económica, innegable, como la que vivimos? De lo poco que se disponga la educación debe estar en el tope de las prioridades porque lo único que nos sacará del hueco es “más y mejor educación”.

Pronto comenzará la era postcoronavirus: nada será igual y si somos incapaces de entender la necesidad de transformar en todos los órdenes y en especial en la educación, el futuro nuestro y de los nuestros no será negro, será negrísimo.

(*) (*) Analista.  Rector de la Universidad Tecnológica del Centro y Chancellor de Millenia Atlantic University, en Estados Unidos.

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