Con el devenir del tiempo, muchos han sido los cambios que se han operado a nivel mundial, a veces los queremos circunscribir solamente al desarrollo de los avances tecnológicos, pero tales transformaciones van más allá de lo meramente material, pues son el reflejo de cómo la cultura mundial ha ido superando las viejas formas de pensar, actuar y hasta de sentir. Así, los progresos que se han llevado a cabo ha ido abarcando cada esfera del quehacer humano, donde el liderazgo que cada uno de nosotros ejerce no puede quedar fuera de esa realidad y con éste la forma como inteligentemente puede generar una verdadera mejora para buscar, siempre, el bienestar de quienes forman parte de la agrupación social que lidera.

En este orden de ideas, la realidad del siglo XXI nos ha impactado con el concepto de liderazgo positivo, éste más que un nuevo estilo de ejercer influencia en otros viene a constituir una nueva manera de pensar, actuar y de sentir del líder, quien en compañía de todos quienes conforman el equipo deberá cumplir una misión y cristalizar la visión que juntos han proyectado. Es así, como este liderazgo positivo hace pensar en dos aspectos esenciales, a saber, la facilitación de procesos humanos dirigidos a promover el bienestar de la gente, es decir, de sus colaboradores, y en logro de resultados positivos, para dar respuesta a necesidades que son de índole colectiva.

Este liderazgo positivo identificado en el punto anterior, es analizado desde la perspectiva de Blanch, Gil y cols. (2016), como aquel que se focaliza en las condiciones y procesos que favorecen el óptimo rendimiento de los individuos dentro de las organizaciones, todo con el fin de potenciar las dimensiones positivas de cada colaborador como ser humano. Así, se interpreta de los aportes hechos por estos autores que es un liderazgo interesado en las fortalezas y habilidades de cada persona que forma parte del grupo, con lo cual reafirma el potencial humano, enfatiza en los resultados, el rendimiento individual y organizacional por encima del promedio y en el ámbito de desempeño de los componentes concebidos como virtudes propias de la condición humana.

Como podemos apreciar de este planteamiento, el liderazgo positivo requiere del reconocimiento de la naturaleza humana, de las oportunidades de experiencias, aprendizaje y posibilidad para aprovechar los talentos de cada miembro del equipo para alcanzar los resultados individuales y organizacionales por encima de lo esperado. De allí que por focalizarse en el componente humano del proceso, el líder o liderazgo positivo deba actuar inteligentemente, pero una inteligencia que no solo se concentre en los aspectos racionales y lógicos de la transformación, sino que sepa manejar las emociones para beneficio de todos. Es allí donde la inteligencia emocional juega un papel trascendental para el ejercicio del liderazgo.

En consonancia con esta última idea, Goena (2015), entiende la inteligencia emocional como la comptencia que impacta en la posibilidad de que el líder se destaque y, por tanto, pueda asumir un estilo de dirección y acompañamiento más favorable para todos. Así, considera que en estos momentos se requiere de un líder que más allá de poseer un alto coeficiente intelectual pueda demostrar su dosis apropiada para manejar adecuadamente sus emociones, para relacionarse  empáticamente con los demás, comunicarse asertivamente, asumir una actitud  de diálogo, igualdad, persistencia en el logro de los objetivos para hacer que todos vean que es un modelo de valores, con una conducta orientada a la transformación del espacio común.

Se le suma a lo dicho que la inteligencia emocional en el ejercicio del liderazgo positivo conduce a que las organizaciones estén formando a sus líderes para que establezcan esa conexión con la gente que hace vida dentro de ellas, donde se eliminen las barreras administrativas de jerarquización de la autoridad, para conformar un espacio de convivencia recíproca con el fin de impulsar un rendimiento excepcional,  pues el líder inteligente emocionalmente crea un clima y ambiente de trabajo signado por la camaradería, responsabilidad, respeto, cooperación, buen humor, de alegría y celebración por los resultados obtenidos colectivamente, de pasión por la labor realizada en conjunto, donde el trabajo que llevan a cabo se vivencia como una misión que tiene un significado trascendental para el crecimiento humano, para la agrupación y la cristalización del proyecto que es de todos y así ver cumplidos los objetivos que se han trazado como fin de su funcionamiento.

En fin, la inteligencia emocional en el ejercicio del liderazgo positivo estimula la transformación en un espacio de comunicación y de vínculos sociales estrechos para alcanzar lo que hoy conocemos como éxito y que no es más que el logro de los objetivos planteados en torno a la gente y a las metas organizacionales; así, es un tipo de liderazgo que va creando valor colectivo, por cuanto, el éxito del liderazgo positivo es el éxito de su entorno, de la sociedad y del mundo global , pues involucra una conciencia humana y social.

Referencias

Blanch, J., & Gil, F. y. (2016). Modelos de Liderazgo Positivo: Marco Teórico y Liíneas de Investigación. Papeles del Psicólogo, vol. 37, núm. 3, septiembre , 170-176.

Goena, A. (2015). La Inteligencia Emocional y su Impacto en el Ejercicio del Liderazgo. Madrid: Universidad Pontificia Comillas.

(*) Sociólogo (UCV), M.Sc. Orientación de la Conducta (CIPPSV), Dr. Educación (IPM). Profesor de la Universidad de Oriente, Núcleo Anzoátegui.  

Imagen: cortesía de CEOLEVEL