Venezuela pasó de ser un país de referencia internacional, próspero, rico en recursos naturales y humanos, con un nivel de desarrollo que la colocaba entre los primeros de América Latina, a ser un país destrozado, acabado, menguado y miserable.

Las culpas son, por una parte, de los gobernantes y seudopolíticos corruptos, enfermos de poder y cegados por sentimientos de odio y venganza que, amparados por una cúpula militar manipulada y genuflexa, disfrutan de exclusivas prebendas y privilegios; por otra, una clase política opositora centrada en sus propios intereses; y finalmente, la sociedad civil que se muestra conformista, complaciente, acomodaticia y aletargada.

Son 20 años de destrucción progresiva y programada, de pérdida de valores que se evidencian en la ola especulativa incontrolable que pulveriza el poder adquisitivo y pone en jaque la sobrevivencia, en el predominio del lenguaje soez, intolerancia e irrespeto a las leyes y normas de convivencia social, y destrucción del medio ambiente.

Con un sueldo mínimo de 400 mil bolívares, es imposible cubrir las necesidades de alimentación, transporte, salud, vestido, educación, vivienda y recreación. Vivimos en un estado de “indigencia colectiva dolarizada”. Pero, llegará el día de recomponer este caos, trazar planes estratégicos hacia un futuro de progreso y desarrollo con prioridad en la producción y en la educación.

En educación considero que se deben nombrar ministros educadores, incorporar en los diseños curriculares el estudio de los valores éticos y morales que permitan recuperar el sentido de pertinencia, reforzar la escuela de padres y la capacitación de los maestros.

La reconstrucción del país debe emprenderse con urgencia de lo contrario seríamos cómplices de su progresiva destrucción.

Rosa Rosal. profesora jubilada de la Universidad de Oriente. UEPO.

Imagen: Venezuela en crisis. (Cortesía de Reportero24)