Sábado 29 de febrero

Dicen que Baluardo della Cittadella es de los mejores rumbeaderos de Módena en la Italia septentrional. Amaneciendo, Amaranta Marchetti abandona el local y cruzando Piazza Giovani di Tien se dirige a su apartamento. Mientras camina se ríe de su novio Donato, quien alicorado pasó la noche vociferando el pronto apocalipsis: “ese virus nuevo nos matará a todos”. Estaba peor que el cura Fabrizio que cuando pequeña le metía miedo con el infierno.

Sábado 21 de marzo

El cadáver de Amaranta Marchetti espera, junto a decenas, por una unidad del ejército italiano, que los traslade al cementerio local para ser cremados, sin misas, sin flores, sin nadie cercano, precintados en plástico, sin siquiera ser vestidos. Ella de muchos afectos, de abrazos y besos, de arrumacos con papa y la abuela, murió sola. Sin ningún ser querido que sujetara su mano en las horas de penosa agonía. Una más entre los más de trece mil fallecidos en el mundo. Una apenas de los más de cien millones que pudieran morir si no se contiene al Coronavirus.

Lunes 2 de marzo

Amaranta Marchetti despierta con malestar, se siente débil y cree con fiebre. Supone que es gripe y le resta importancia. De noche, persiste la fiebre y le duele el cuerpo. Asustada pensó “¿Será el virus del cual se habla?”.

Martes 3 de marzo

Amaranta Marchetti durmió mal. A la fiebre sumó una tos seca. Salió temprano y decidió pasar por el hospital cercano. Al entrar se encontró con una sala llena. Cada camilla y silla estaba ocupada y los médicos llevaban ropa protectora lo que nunca había visto antes. Cuando al fin la atendieron le explicaron que su caso no era de alarmarse, entregaron unos medicamentos y permitieron regresar a casa recomendándole no salir.

Domingo 8 de marzo

El Primer Ministro Conte informa de la decisión de poner en cuarentena a una cuarta parte de Italia, Modena incluida, por la grave amenaza del Coronavirus. Amaranta Marchetti en Caffe Farini, rodeada de amigos permanece en silencio cuando indignados critican la medida. ”Lo que faltaba –dice Donato- que los políticos pretendan encerrarnos”. Sin excepción alardean de no acatarla.

Martes 10 de marzo

Amaranta Marchetti vuelve al hospital. La fiebre es muy alta y los dolores torturan cada parte de su cuerpo, la tos no cesa y tiene dificultades para respirar. Lo que ve es dantesco y persignándose pide a Dios que la proteja. La pasan casi de inmediato a la unidad de cuidados intensivos, donde privilegian a los jóvenes y dan una solución “compasiva” –según declaró un funcionario de salud– a los más viejos que no tienen oportunidad de salvarse. Aislada pasará los días siguientes hasta que entre estertores falleció.

De lo mucho que se afirma, expertos y legos, coinciden que mientras se encuentra cura al Coronavirus, el distanciamiento social para los exquisitos, la cuarenta para gobiernos, el confinamiento o la reclusión para los inconformes, es la única alternativa posible para salir con vida, nosotros y los nuestros, de esta pesadilla. So pena de terminar como Amaranta Marchetti es tiempo de quedarse en casa.

Amaranta no es originalmente un nombre italiano, es griego, alusivo a una flor que no se marchita, que nunca muere, lo que no es cierto porque Amaranta Marchetti murió.

En Carpe Diem, Whitman proclama: “No dejes que termine sin haber crecido un poco, sin haber sido un poco más feliz, sin haber alimentado tus sueños”. Es mucho lo que tenemos por crecer –no importa la edad-, por ser felices, por hacer realidad nuestros sueños. A cuidarnos entonces.

Autor: Luis Eduardo Martínez Hidalgo. Analista.  ex gobernador, diputado y concejal.  Rector de la Universidad Tecnológica del Centro y Chancellor de Millenia Atlantic University, en Estados Unidos.