Laboratorio de ideas
José Dionisio Solórzano / @jdionisioss

La política venezolana, desde hace mucho tiempo, es como el Laberinto de Creta o del Minotauro.
Es una intrincada estructura donde más de uno se pierde o consigue su fin consumido por el «monstruo».
Cada cierto tiempo un valiente se inserta en las profundidades de ese laberinto de intrigas, corrupción, jugadas ocultas y pactos secretos. Y, al final, termina devorado por el minotauro.
Unos caen en ese pasadizo de caos como una especie de sacrificio y otros llevado por el ímpetu de un coraje desmedido y poco razonable.
El laberinto venezolano tiene años en pie, y cada vez es más grande, más enigmático y más difícil de solucionar.
Pues, no sé trata de quitar un gobierno – por malo que éste sea – se trata de algo más allá; es la construcción de una nueva consciencia colectiva, de una aceptación de lo que somos y a partir de allí avanzar como sociedad.
Hace 25 años, los venezolanos pensaron que bastaba con un cambio de sistema, con un relevo en la clase dirigencial y ya todos sabemos lo que pasó y las consecuencias que llevamos padeciendo desde entonces.
Es así, que el laberinto venezolano no se vence con acciones sin visión, ni mucho menos con el apasionamiento ni la carencia de cordura; por el contrario, es un proceso de raíces profundas y más complicado.
No basta con recorrer el laberinto y vencer al minotauro, pues – en el caso venezolano – ese no es el fin, debido a que pareciera que cualquier «Teseo criollo» que logre la meta termina reemplazando a la bestia dentro del mismo laberinto.
Y, tampoco es suficiente llevar consigo el Hilo de Ariadna para salir de la maraña política venezolana, pues normalmente ese cordón – en nuestro caso – tiene una punta en Venezuela y otra en el exilio (EEUU o España).
En conclusión, no queda otra que derrumbar el laberinto de mentiras, de trampas y manipulaciones; es vital derribar ese dédalo de irresponsabilidades e inmoralidades para darle paso a una política nacional más abierta, más transparentes y con una visión sin polarización y sin odios viscerales.
Es momento de una nueva política; es hora de una política estratégica, con valor ético y sentido humano.
Es hora de un ejercicio del poder enfocado en la gente y en el futuro, solo así pasaremos del laberinto actual al camino abierto hacia un horizonte de esperanza.

Imagen: Teseo y el Minotauro (Cortesía de https://mitosleyendasymonstruos.com/)