Por: Luis Eduardo Martínez Hidalgo http://luisemartinezh.wordpress.com

 El pasado sábado viajé a Teresen, hermosa población del norte de Monagas, a dar el pésame a los familiares de Vicente Morocoima.

Vicente fue un venezolano excepcional, de esos que deben servirnos de ejemplo. Trabajador incansable, honesto a todo evento, buen padre, esposo devoto, humilde, fiel e inconmovible en sus principios y lealtades entre las cuales, junto a la de su familia, sobresalió la que siempre tuvo por Acción Democrática.

Vicente murió de mengua.

Muchas veces oí a abuela recordar que mi tío Adolfo había muerto de mengua. Opositor a la tiranía de Juan Vicente Gómez, en un tiempo cuando la oposición no se hacía por twitter, mi tío fue encerrado en el castillo de Puerto Cabello donde permaneció prisionero casi 7 años que lo fueron de hambre, tormentos y vejaciones. Salió de la cárcel tuberculoso a morirse en una Venezuela donde no había hospitales, ni atención médica, ni medicinas para los pobres.

Fue muy doloroso escuchar, de una de las hijas de Vicente, el relato de los momentos finales de la vida de su Papá. Agravado su estado, primero fue la desesperación por ubicar una ambulancia que lo trasladara a un centro de salud. Después, el angustioso recorrido por distintos establecimientos para que lo recibieran sin poder lograrlo: en el primero el tomógrafo no servía, en el segundo no había camas disponibles, en el tercero la insensibilidad, más bien la inhumanidad, de un profesional que se negó a ingresarlo a la terapia intensiva porque ya era muy mayor. Agotados los intentos porque lo atendiera una clínica privada –Vicente tenía seguro- la llegada a la caótica emergencia del hospital central donde ni siquiera una jeringa había y en el cual quienes le recibieron apenas lo hicieron para decir “no se preocupen que él está bien” a sólo minutos que falleciese.

Todos los días leemos y nos informamos de la gravísima crisis del sistema de salud en Venezuela. Difícilmente alguien no sepa de las recurrentes carencias de hospitales y clínicas, de la falta de equipos, escasez de medicinas, del cierre de servicios indispensables. Pero es distinto conocer de esta situación por los medios o comentarios de terceros que sufrirla con un familiar enfermo, con la abuela o el hijo grave, con el padre, la madre o el hermano que termina muriendo por que no se le atendió como se hace en un país civilizado, muriendo de mengua que es de abandono y dejadez de aquellos que gobiernan desde hace tantos años.

Releo el documento titulado “Bases estratégicas y estructura organizativa de la MUD” y me detengo en el párrafo que textualmente señala: “Tenemos que mantener en la mayoría de los venezolanos viva la esperanza de un cambio, y que sepan que hay motivos ciertos para creer que la alegría de una Venezuela distinta y mejor está por llegar, y eso lo debemos lograr con hechos y conductas unitarias”.

Por Vicente Morocoima, por sus familiares, por los centenares que han muerto e incluso por aquellos que aún morirán de mengua, por los miles que han caído abatidos por la delincuencia desatada, por los centenares de miles que se humillan en las colas para conseguir migajas, por los millones a quienes no le alcanza el sueldo –cuando tienen trabajo- para vivir decentemente, hay que luchar por un cambio que abra las puertas a una Venezuela distinta y ello solo es posible en el marco de la unidad perfecta de todos los que soñamos con ello.

Comienza a ser imperdonable que quienes se proclaman dirigentes opositores, que es decir promotores del cambio positivo, no aceleren el paso en procura de esa unidad perfecta y en simultáneo sumergirse con el pueblo para compartir angustias y avizorar soluciones.